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la Diputación

Representantes de la Fundación Harriet y Esteban Vicente conocen, junto a la directora del CSS La Fuencisla, el proyecto artístico realizado en las nuevas Unidades de Convivencia del centro

Alrededor de cuatro meses después de que el CSS La Fuencisla de la Diputación inaugurase de manera oficial sus nuevas Unidades de Convivencia, en las que un proyecto en torno a la obra de Esteban Vicente ha contribuido a dotar de color las zonas comunes, la vicepresidenta de la Fundación Harriet y Esteban Vicente, Jennifer Stein, y la secretaria de la misma, Elinor Tatum, han podido conocer in situ la intervención realizada.

Aprovechando su estancia en Segovia para la celebración del último Pleno del Consorcio del Museo de Arte Contemporáneo Esteban Vicente, ambas se desplazaron junto a la responsable de coordinar el proyecto y directora del espacio museístico, Ana Doldán, para visitar las UC Atalaya y Eresma, guiadas por la directora del CSS La Fuencisla, Cristina Vicente. Allí, pudieron comprobar que lo que nació de una idea puesta en común por el presidente de la Diputación, Miguel Ángel de Vicente, y su homólogo en la Fundación, Andrew Stein, a partir del proyecto llevado a cabo en el Hospital General de Segovia dentro de los actos de conmemoración de los cincuenta años de vida del complejo asistencial, es ahora una realidad que, como afirma Cristina Vicente “ha facilitado crear espacios hogareños que tienen que ver con nuestro modelo de atención centrada en la persona”.

Pasillos de luz y color

Como explica Ana Doldán, ese ‘El color es vida. El universo de color de Esteban Vicente’ con el que, vinculando color y emociones, el Hospital y el Museo trataron de animar a los pacientes que se daban cita en el complejo, llevó a Andrew Stein a sugerir una colaboración con la Diputación para realizar un proyecto similar en alguna de sus Unidades de Convivencia. “Este espacio se estaba construyendo y rehabilitando y se pensó que era el momento ideal para poder hacer este tipo de intervención”, rememora Doldán, apuntando que entonces se buscó “un equilibrio entre lo que es una obra de arte y un lugar de convivencia; un hogar”.

Así, entre la directora del Museo, la del centro y la participación en la toma de decisiones de trabajadores y residentes, se llegó a una selección de dibujos, collages y pinturas datadas de entre 1996 y 1999 -cuando el artista tureganense tenía entre noventa y tres y noventa y siete años- que, en opinión de Ana Doldán, basadas en la esencia, “realmente aportan felicidad a la persona que vive aquí a través de una obra que se centra, sobre todo, en la visión de la naturaleza de Esteban en los últimos años”.

“A pesar de la longevidad del autor, la experiencia hace que sean obras absolutamente maestras, en las que prima la luz y parece que la pintura empieza a diluirse buscando un halo de esperanza” explicaba durante la visita la directora del Museo, mientras Cristina Vicente, confesando la preocupación inicial de algunos trabajadores al pensar que se trataba de obras originales y no de réplicas, compartía con Jennifer Stein y Elinor Tatum que “la idea nos pareció excepcional porque no sabíamos cómo vestir las paredes de los pasillos de la que iba a ser la casa de treinta personas”.

Para Jennifer Stein, por su parte, el proyecto supone un modo de cumplir con las consignas de la organización a la que representan, ya que según reconocía al interesarse por la actividad del centro, “la salud mental es importante para la Fundación; forma parte de lo que Harriet y Esteban nos encomendaron”. Recorriendo los pasillos de Eresma y Atalaya, la vicepresidenta de la Fundación aseguraba que “Esteban y Harriet estarían entusiasmados; ellos querían que el hogar de cualquier persona estuviera lleno de color, de luz... querían transmitir alegría a la gente”. Además, incidiendo en que Esteban Vicente “pintaba por alegría, por felicidad”, concluía la visita convencida de “que Harriet y Esteban están mirando hacia abajo desde algún lugar y sonriendo al saber que, gracias a su trabajo este lugar ahora es más hogar”.